El libro “Sobre el cielo y la tierra”, que recoge diálogos entre el cardenal Jorge Bergoglio y el rabino Abraham Skorka, fue presentado ayer en el Seminario Rabínico Latinoamericano (José Hernández 1950).
Entre la numerosa concurrencia se hallaban los obispos de Chascomús, monseñor Carlos Malfa, y de Venado Tuerto, monseñor Gustavo Help; el secretario general de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), Julio Schlosser, y dirigentes de distintas entidades judías, católicas e interconfesionales, como la Confederación Judeo Cristiana.
Al comenzar el acto, el rabino Skorka, rector del seminario, dio la “bienvenida a todos en nombre del Señor” y se encendió una vela por la festividad de Janucá.
Al presentar el libro, editado por Sudamericana, Paul Warzawski dijo que dos hombres de fe y de profunda vocación de servicio dialogan y expresan sus puntos de vista, coincidentes o divergentes, sobre temas espirituales y hechos de actualidad. Manifestó que el Supremo Hacedor no está en el barullo y que el hombre de fe apunta a la introspección, al silencio, en el diálogo con Dios. “Es un libro silencioso”, señaló, en esa línea, al referirse a la primera parte, centrada en problemas religiosos.
Y añadió que la segunda parte trata temas inquietantes, como el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo, el divorcio, la política y el poder, el comunismo y el capitalismo, la globalización, el conflicto árabe israelí, el socialismo y el peronismo, el diálogo interreligioso. “Es un menú completo -opinó Warzawski-; es poco lo que queda afuera”.
Destacó que en el libro se rinde homenaje a varias figuras, como los cardenales Antonio Quarracino, Jorge Mejía y Raúl Silva Henríquez, el arzobispo Vicente Zazpe y el rabino León Klenicki.
Luego, José María Poirier, director de la revista Criterio, dijo que se trata de conversaciones de dos amigos, que se conocieron en 1990 y expresan reflexiones y pareceres cada uno desde el trasfondo cultural y religioso que representa. Lo estimó como algo parecido al género de la literatura epistolar por la frescura e inmediatez del intercambio. Destacó la manera “tan fraterna, tan cordial, tan sincera” del encuentro, que permite conocer más al rabino y a “nuestro enigmático cardenal” (sonrisas del aludido y del público). Al tratar el problema del mal, pormenorizó en la mención del cardenal Bergoglio al ángel caído, el demonio, y la reflexión de Skorka sobre la ausencia de Dios. Hizo notar también cómo se confiesan dudas o titubeos de los creyentes, no como angustia, sino como advertencia de la limitación de los hombres ante Dios.
Dijo que a la variedad de los temas tratados no los perjudica que las conversaciones sean breves. A veces, las frases cortas permiten intuir silencios largos, en buenas tertulias entre grandes amigos.
El rabino Skorka contó que la amistad entre ambos comenzó en los tedeums en la catedral de Buenos Aires, donde se encontraban brevemente. Y una vez se le ocurrió al cardenal “preguntarnos de quiénes éramos hinchas de fútbol”. Luego, varias veces, se hicieron comentarios sobre sus equipos. Cuando vio por televisión la magnífica ceremonia en que el cardenal Bergoglio fue investido cardenal, el rabino Skorka comentó que su esposa le dijo: “Ahora que lo hacen cardenal ni se te ocurra hablarle de fútbol”.
Volviendo a hacer referencia a un tema que salió antes, el rabino dijo de ambos: “Fuimos educados en el silencio” y señaló el valor de “dejar que los gestos hablen”.
Comentó que aprendió mucho a través de estos diálogos y recordó especialmente cuando hablaron de la muerte, en momentos en que estaba muriendo su suegro. Ponderó especialmente una frase que dijo el cardenal Bergoglio: “La entrega del alma”, entregar el alma a Dios. También destacó su mención de la Shoá como algo único, aunque ha habido otros genocidios terribles. Finalmente, dijo “Dimos lo mejor de nosotros mismos, para mí fue una experiencia muy especial”. Y pidió que Dios “nos dé su bendición para aportar a un diálogo en una Argentina que no sabe dialogar”.
En una breve intervención, el arzobispo de Buenos Aires destacó las palabras de esperanza de quienes estarán hermanados al final, “pero mientras tanto hermanándonos en el camino”. Agradeció la ayuda de Diego Rosemberg, a cargo de la edición, que “con un respeto admirable y con una inteligencia poco común” supo facilitar el diálogo y ayudar a que no se “gambetearan” las dificultades. Dijo que el editor ayudó a gestar y nacer a la criatura. Confesó cierto miedo al principio para encarar algo para lo cual no se consideraba preparado.
El cardenal destacó el testimonio de hermanos, hombres de fe, de tradiciones distintas, que no se excluyen, que quieren iluminar la realidad del mundo, de la vida de los hombres. “Queda bastante camino por andar. Que Dios nos lleve de su mano”, concluyó.
Luego, pacientemente, ambos religiosos firmaron muchos ejemplares.
Un rato después, luego de caminar unas seis cuadras hasta la avenida Cabildo, este cronista coincidió en el retorno en subte con el cardenal, Alberto Zimmerman, directivo de la DAIA, y José María Poirier, en un vagón donde a pocos metros ejecutaba música un grupo con guitarras eléctricas. A partir de la estación Tribunales, donde terminaron de bajar sus acompañantes, el cardenal Bergoglio continuó solo hasta la estación Catedral.+
(Jorge Rouillon)
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